Yo soy el producto

Blog estudiantes

4 febrero 2018

Entrada realizada por Carolina Bernal Díaz y publicada el 12 de enero de 2018 en su blog de trabajo.
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Podría contar las cosas que he aprendido durante este tiempo, pero he preferido vivirlas. El pasado 9 de enero a partir de las 15:00 horas me dispuse a romper con lo establecido, a no ir a clase como siempre, a no sentarme en mi sitio ni en el de cualquiera de mis compañeros, a colocarme donde se mueve mayormente el profesor, a mirar en la dirección en la que lo haría él, a generar la incertidumbre por saber la razón por la que estaba haciendo eso… Ahora os puedo decir que este vídeo reivindica la manera en que le damos sentido a lo cotidiano, dándoos así la respuesta: “Estoy mediando”.


Performance «Resumiendo la asignatura» | Carolina Bernal Díaz

Durante toda la clase he estado incómoda: veía todas las caras de mis compañeros y ninguna a la vez, la espalda del profesor mientras era él quien hablaba y sobre todo, iba a acabar con torticolis porque el proyector estaba justo detrás de mí. Después de todo ¿qué esperaba? El espacio está domesticado para que nosotros, como alumnos, nos conformemos con sentarnos en esas sillas tan cómodas y juntitas que hay en la altura más baja de la clase, dejando así al profesor en lo alto, en la tarima. El espacio está construido para que seamos nosotros quienes escuchan, y el profesor quien habla.

¿Por qué? Claramente porque el profesor es el que va a decir el discurso, el que dice lo que hay que hacer, el que tiene el capital simbólico. Aunque durante la peformance le robé un momento la atención, su poder permaneció inmediatamente. De todos modos, da igual lo que hagamos nosotros. Aunque nos subamos a la tarima a exponer, lo que vayamos a decir no va a significar nada para los demás, no tenemos el poder simbólico para tratarlo como verdad justificándonos diciendo: ¡porque lo digo yo!.

La razón de esto es porque el mundo, tal y como lo vemos, está asociado al lugar que ocupa en la sociedad. Es decir, nuestro espacio social se construye y en el momento que lo rompes, la sociedad se desconcierta y genera preguntas. Durante esta experiencia mis compañeros dudaban del lugar que tenían que ocupar para exponer porque yo estaba suponiendo una interferencia: muchos optaban por quedarse detrás del ordenador. Sin embargo, curiosamente, los que se colocaban “donde siempre” respetaban mi espacio, sin ponerse delante de mí. Pero al fin y al cabo, preguntándoselo a sí mismo o al compañero de al lado, absolutamente todos se preguntaban qué estaba haciendo y por qué.

Siempre hemos seguido reglas, reglas que no sabíamos que estábamos siguiendo pero que realmente son necesarias. Y ésto, sin lugar a dudas, es lo que me llevo de la asignatura. Después de todo, son irrelevantes las diapositivas y los kahoots. Ahora sé reconocer el mundo y la manera en el que se construye, aceptarlo y sobre todo tenerlo presente. Ahora sé que “yo soy el producto”, pero lo sé.

«En ocasiones no se trata de conocer las reglas para saber dónde está su límite o sus posibilidades de cambio. En muchas ocasiones el conocer las reglas te servirá para mejorar tu posición» (Dalai Lama)

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